¿Has visto la foto? Jugar, para nosotras es libertad, amor, disfrute, acompañar. Es respeto.
Respeto por una actividad sagrada de la infancia. Por un derecho fundamental.
Y hoy, día internacional del juego, queremos gritar bien fuerte que los derechos de los niños y de las niñas no se están respetando.
El derecho al juego está recogido en el artículo 31 de la Convención de los derechos de los niños y de las niñas. Literalmente, se habla de “derecho al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de cada edad”.
Otro artículo que también me gusta mucho de esa convención es el 12: “los niños y las niñas tienen derecho a expresar su opinión libremente en todos los asuntos que les afecten”.
¿Y qué me dices del 15? “Tienen derecho a la libertad de asociación y a la libertad de celebrar reuniones pacíficas”.
Vale, sé que estamos viviendo una situación excepcional, pero llevo semanas viendo cómo se vulneran los derechos más básicos de la infancia y siento que tenemos que darles voz.
8,3 millones de niños y niñas españoles han estado 44 días encerrados en sus casas. Pocas infancias han estado tan maltratadas como aquí.
Después de muchas presiones, por fin se les concedió “una hora de recreo”, como dice un amigo. Y desde entonces no se les ha vuelto a mencionar.
Se han abierto bares y centros comerciales. Sabemos cuándo van a abrir los estadios de fútbol (!!!) y cuándo pueden empezar a venir personas extranjeras de vacaciones a España.
De las escuelas, ni media palabra. Los parques infantiles siguen precintados. Deben ser los lugares más limpios de este país.
Sabíamos que vivíamos en una sociedad adultocentrista, pero esta situación lo ha empeorado todavía más.
No nos damos cuenta de que los niños y las niñas, como decía otra amiga esta semana, mueven el mundo.
Son nuestro presente y futuro y tenemos que darles voz. Gritar bien fuerte que necesitan jugar, reir, chillar y abrazar. Que necesitan pertenecer. Que necesitan espacios adaptados para ellos en las ciudades.
Después del confinamiento extremo que han sufrido, cuando salieron a la calle, por fin se escuchó la felicidad.
Las calles se llenaron de sus risas, voces y gritos. Los niños y las niñas dieron vida a esas ciudades que solo se habían movido para producir y consumir.
44 días después se les escuchó jugar. Se les escuchó SER. Se les escuchó vivir.
Deseamos de verdad que esta situación sea un punto de inflexión, y que empecemos a VER y a ESCUCHAR a los niños y a las niñas. Que protejamos lo más valioso que tenemos ahora mismo. Que protejamos nuestro futuro y presente.
Que sientan que son personas valiosas, que son tenidas en cuenta. Que sientan que viven en espacios amigables. Que pertenecen a un mundo adaptado a ellos.
Es injusto que no se les tenga en cuenta y que no se les proteja como merecen. Es nuestra labor ahora proteger a la infancia y darles voz.
Incluso, fíjate qué locura, se me ocurre preguntarles a ellos. ¿Qué necesitan? ¿Cómo quieren salir a la calle? ¿Quieren volver al cole como se está viendo en otros países?
Quiero creer que protegiendo a la infancia estamos construyendo un mundo mejor.
“No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que se trata a sus niños”. Nelson Mandela