Las 8 oportunidades de aprender jugando que nos brinda la playa
¿Has comprado ya cuadernos de vacaciones? Te propongo otra opción: olvídate de los deberes y llévate a los niños a la playa. Es lo mejor que puedes hacer si de verdad quieres que sigan aprendiendo durante el verano. Pueden aprender jugando. ¿No te lo crees?
Párate a pensar en todas las lecciones que pueden recibir en un sólo día de playa. Veamos:
– Ciencias. ¿Por qué flotamos en el mar? Y aún mejor: ¿por qué flota un transatlántico si una moneda se hunde hasta el fondo? Cuéntaselo, que te escucharán atentos. Si intentas que aprendan el principio de Arquímedes sentados en una mesa, no tendrás tanto éxito. Sin darnos cuenta, en la playa los niños desarrollan su pensamiento científico.
– Física. Sí, he dicho Física. Si hay algo que aprendemos nada más pisar una playa es que resulta imposible hacer un castillo con arena seca. Y que sin embargo, la arena mojada podemos moldearla a nuestro gusto. Pues eso es Física y no hay mejor manera de asimilar el cambio de estado de la materia que palpándolo con nuestras manos.
– Química. La mayor sorpresa que nos da el mar la primera vez que chapoteamos en él es … ¡la sal! Agua salada que escuece en los ojos y en las heridas. Pero ¿por qué? Si con el agua del río esto no pasa. Cuando se hagan esta pregunta, es tu oportunidad de contarles cómo el agua de lluvia fue arrastrando hasta el mar las sales minerales de la tierra. Una buena aproximación a la química, ¿no crees?
– Conocimiento del medio. Esos pececillos que huyen al ver nuestros pies en la orilla. Las hormigas que amenazan nuestra merienda, las conchas que nos obligan a andar de puntillas a veces… Eso sí es conocer de primera mano el medio natural y a sus ‘inquilinos’.
– Lenguaje. En la playa los niños conviven, se socializan, comparten sus juguetes y toman prestados los de otros. Eso les obliga a esforzarse por hacerse entender de forma correcta y desarrollan su lenguaje. No digamos, si los nuevos amigos son extranjeros. Yo aprendí a contar hasta 20 en francés en la orilla de una playa hace 30 años.
– Astronomía. ¿Por qué sube la marea y nos quedamos sin hacer castillos? Quizá a un niño pequeño le cueste entender la fuerza que ejercen la luna y el sol sobre nosotros. Pero el ejemplo de la marea en el mar le ayudará y, como mínimo, empezará a ser consciente de que somos una pequeñísima parte dentro del universo.
– Educación física. Podemos verlo desde un punto de vista superfluo y celebrar lo bien que dormirán al volver a casa. Pero, ¿por qué llegan agotados? Piénsalo. No sólo han corrido como locos. Sobre la arena ponen a prueba su capacidad psicomotriz, su equilibrio y su destreza manual. Superarse agota.
– Experiencias sensoriales. A lo mejor tienes un bebé al que aún le quedan lejos todos estos conceptos. Para él, ir a la playa es un ‘master’. Puede sentirlo todo: los cambios de temperatura, las diferentes texturas, el agua, la arena entre los dedos… Y no hay alfombra de actividades que pueda sustituir eso, porque lo sentirá con todo su cuerpo.
Ya ves. La playa brinda a los niños muchas oportunidades de aprender jugando. ¿Las vas a desaprovechar?